Paraguay vuelve a soñar: la era Alfaro marca un antes y un después en la historia del fútbol guaraní
Por primera vez desde Sudáfrica 2010, Paraguay estará presente en una Copa del Mundo. Lo logró de la mano del entrenador argentino Gustavo Alfaro, quien asumió con la misión de cambiar la mentalidad de una selección golpeada por la ausencia, la irregularidad y el peso de la historia. El empate 0-0 ante Ecuador en el estadio Defensores del Chaco fue suficiente para sellar el boleto mundialista y dejar atrás una espera de 16 años.
El punto que valió una clasificación
El resultado, a priori modesto, encierra un valor enorme: la clasificación directa al Mundial. Paraguay llegaba con posibilidades claras, sabiendo que un empate bastaba para garantizar su lugar. Incluso, una eventual derrota no hubiera cambiado su destino, gracias a la victoria de Argentina sobre Venezuela, que terminó de allanar el camino.
El 0-0 ante Ecuador no solo representó un punto en la tabla. Fue el punto final a un ciclo de frustraciones. Fue, también, el punto de partida hacia un futuro renovado que ahora encuentra a Paraguay entre los grandes del continente nuevamente.
La huella de Alfaro: orden, carácter y confianza
Cuando Gustavo Alfaro fue anunciado como nuevo entrenador de Paraguay, no faltaron los escépticos. El exentrenador de Boca Juniors, entre otros clubes, llegaba con un currículum sólido pero no exento de críticas. Sin embargo, en poco tiempo logró dotar de identidad, disciplina táctica y espíritu de lucha a un equipo que venía sin rumbo.
No se trató de un cambio estético. Alfaro transformó la actitud del plantel, reordenó líneas, recuperó jugadores clave y apostó por nuevos nombres que renovaron la energía del vestuario. El resultado: una selección competitiva, con una idea clara de juego, capacidad de adaptación y compromiso colectivo.
Un partido tenso, sin brillo, pero con final feliz
El duelo ante Ecuador, dirigido por otro argentino —Sebastián Beccacece—, fue un reflejo del carácter que Alfaro le imprimió al equipo. Paraguay no deslumbró, pero asumió el protagonismo, controló el ritmo del juego durante gran parte del encuentro y generó las chances más claras para abrir el marcador.
En el primer tiempo, Sosa tuvo un mano a mano clarísimo que fue bien resuelto por el arquero Galíndez. Luego, ya en el segundo acto, Sanabria y Cubas estuvieron cerca de anotar, pero el travesaño y el portero ecuatoriano se interpusieron en el camino.
Ecuador, por su parte, llegó a Asunción ya clasificado. Con el boleto al Mundial asegurado tras el empate sin goles ante Perú en la fecha anterior, jugó con menos urgencia. La Tri fue pasiva y previsible, sin profundidad ni contundencia ofensiva.
El contexto: 16 años de espera y frustración
Paraguay no disputaba un Mundial desde 2010, cuando tuvo una destacada participación en Sudáfrica alcanzando los cuartos de final. Desde entonces, las eliminatorias fueron sinónimo de decepción: campañas irregulares, cambios de entrenadores, crisis dirigenciales y una identidad futbolística perdida.
La llegada de Alfaro significó un cambio de paradigma. El trabajo silencioso, metódico y estructurado del entrenador argentino fue clave para que Paraguay volviera a competir en serio. No se trató de una campaña deslumbrante, pero sí sólida y eficaz, basada en la fortaleza defensiva, orden táctico y actitud colectiva.
Un logro que trasciende lo deportivo
La clasificación de Paraguay no solo significa volver a disputar una Copa del Mundo. Representa también una recuperación del orgullo nacional, una reivindicación de una generación de jugadores que habían crecido viendo a la selección ausente de las grandes citas, y un impulso para las próximas generaciones del fútbol guaraní.
Además, la gestión de Alfaro ha generado un nuevo respeto internacional hacia Paraguay. La selección vuelve a estar en el mapa del fútbol sudamericano como un equipo serio, capaz de competirle a los más poderosos, y con margen de mejora.
Las claves de la clasificación
Trabajo a largo plazo: Alfaro no improvisó. Desde su llegada, planificó un proceso que priorizó el equilibrio y la solidez.
Confianza en nuevos valores: Incorporó jóvenes como Sosa, Cubas y Villasanti, quienes fueron claves en el recambio generacional.
Competitividad constante: Paraguay sumó puntos claves ante rivales directos y logró resultados importantes de visitante.
Cohesión interna: El grupo mostró unidad, compromiso y un fuerte respaldo al cuerpo técnico.
Lectura de los partidos: Alfaro supo ajustar el equipo según cada rival, priorizando siempre el equilibrio.
Beccacece y Ecuador: ya clasificados, con la mirada puesta en el Mundial
Aunque el empate favoreció a Paraguay, Ecuador ya había asegurado su lugar en la próxima Copa del Mundo. El ciclo de Sebastián Beccacece también ha sido positivo, aunque con un estilo de juego distinto. Su equipo apuesta por el control, la tenencia y el ritmo pausado, pero en esta recta final ha mostrado cierta falta de contundencia ofensiva.
Aun así, Ecuador se convierte en una de las selecciones sudamericanas con mayor regularidad en los últimos ciclos, y será nuevamente un rival a tener en cuenta en el torneo más importante del fútbol.
Paraguay vuelve al lugar que merece
El Defensores del Chaco celebró como hacía tiempo no lo hacía. No importó el empate sin goles, ni la falta de emociones en los 90 minutos. Lo que realmente importaba era romper con una racha de 16 años sin Mundiales, y lo consiguieron.
Gustavo Alfaro puede sentirse satisfecho. Hizo historia, escribió su nombre en la memoria del fútbol paraguayo y reactivó un sueño colectivo que había quedado dormido por demasiado tiempo.
Resumen Ejecutivo:
Paraguay clasificó al Mundial tras empatar 0-0 con Ecuador.
Rompe una racha de 16 años sin presencia mundialista (última vez en 2010).
Gustavo Alfaro, técnico argentino, es el gran artífice del logro.
La selección mostró orden, mentalidad y cohesión en las Eliminatorias.
Ecuador, dirigido por Beccacece, ya estaba clasificado y jugó con menos intensidad.